domingo, 11 de enero de 2009

BAJO EL SIGNO DE RENENET ( 18 )

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BAJO EL SIGNO DE RENENET


( 18 )

Auras

Se quedó mirando el brillo de la gema, extendido vértice de un imponderable abanico que debía resbalar por Su propia córnea.
Luego el abanico desapareció y quedó neto el brillo en la piedra.
Se fué también el brillo, y quedó sólo un vacío de cristal.
Levantó la mirada hacia los muebles y los muros, hacia el aire. Y vió que el aire era también algo, —también un mueble, una realidad extensa—.
Contempló la belleza de los colores, y el color invisible del aire; la distancia... el misterio de la distancia...
Vió los muros, los muebles, las sombras, las distancias..., las entrañas admirables del Espacio. Y sintió como náuseas, a la vez que éxtasis. Libre y preso a la vez como un pájaro en una jaula infinita; una cárcel sin puertas, cárcel sólo por su inmensidad.
Miró al Espacio torvamente, recelando de su inocente quietud. Respiró hondo. Ciertamente era maravilloso poder desplazarse, planear, volar..., —intuyó una Cósmica Benévola Maternal Matriz— ..., dijo en Su alma “sí” pero no Le gustó.
Tomó el paquete de cigarrillos, extrajo uno. La caja de fósforos tenía dibujado un corneta, —una estrella de mar arrastrando una tela plisada rojiza y amarilla—. Encendió. Miró las tenues concreciones de ceniza. Comprendió que en el Universo hay para distraerse eternamente : cárcel, evasión dentro de la misma cárcel. Sonó el teléfono : alguien, que hallaba placer en manejar gentes, le pidió que expediera un oficio pidiendo “espontáneamente” en nombre de la mayoría algo en lo que la mayoría no tenía el menor interés. Asintió encogiéndose de hombros y mientras pensaba “éste se está entrenando para líder de multitudes”. Colgó con una sonrisa, —“¿De qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma?”— : todos en la misma cárcel, cada cual en su secreta diversión, conscientes o inconscientes de su respectiva angustia.
Más allá de los muros y del horizonte había un Espacio tridimensionalmente ilimitado, —vasto campo para los mismos juegos cuando ya éstos no cupiesen en la Tierra— ¿se respirará entonces tal vez más hondo?
¿o será un respiro temporal hasta tanto un piadoso mongolismo invada la Especie y borre hasta la noción misma de lo que sucede?
Acarició el cuadrado cenicero de cristal de roca : también él era como un pájaro ligado; inmóvil; dormido; ausente; sin Destino...
Apretó los labios y Se dijo un NO mental, tan rotundo como el silencioso estallido de cienmil soles....
Se levantó, fué hacia una cortina que cubría un gran espejo; la apartó con gesto enérgico : la estancia se duplicó simétricamente. Fué hacia la otra pared y apartó la otra cortina. Un espejo idéntico al de enfrente se abrió en imagen de recta galería rítmica y sin final.
Respiró. “...¿Es falso?...” Su mirada escrutadora se perdió en la borrosa lejanía. “...No lo veo, ¡pero lo sé!...“ Sabía, que allá en lo más remoto y aunque no lo viera estarían también los muebles, la mesa, la bandera, la rosa, Él mismo...
Trajo tres velas y las puso sobre la mesa, las encendió, apagó la luz.
“¡...Ni todo el Universo tiene más estrellas...!”
Verdaderamente era un camino de luz, una línea encendida cada vez más estrecha de indecible profundidad. Tomó a oscuras de un armario unos prismáticos; los enfocó. El extremo sutil, abismal, mareante, se agrandaba un poco y se alargaba más. Sólamente Él —observador— era el obstáculo : la línea de luz, aunque infinita, se escondía tras Su cabeza: en tánto que Observador era el obstáculo a la observación.
“¡...el Infinito está aquí; pero hay que mirarlo de otra manera...!”
Dió al interruptor de la luz, corrió las cortinas, apagó las velas, las retiró. La estancia recobró su aspecto de normalidad.
Volvió a sentarse. Contempló las mismas cosas que al principio, —el aire, los muebles, los colores...—, y las fundió con Su visión de los espejos.
Tocó la rosa apenas con dos dedos, tenso y feliz, la rosa infinitamente repetida en el abismo especular; y también la caricia era infinita. Contempló los muebles, cada objeto, el cenicero; y ellos también se prolongaban hasta ocultarse tras Su cabeza. Miró el aire y las distancias, —pero ya no había sensación de cárcel— : todo era a la vez inconmensurable e íntimo, con otra Libertad que sé escapaba hacia adentro...
Escribió el oficio que Le habían sugerido : el texto salió como “entre espejos”, una Afirmación —de irrealidad— a la medida de los ojos a que iba. Sonrió inocentemente. Luego firmó, con Su firma tebana, oficialmente “ilegible”. La miró un instante en el contexto del documento; la punta de la lengua rozó el borde de los dientes. Metió el papel en un sobre.
Tomó un viejo libro y siguió leyendo, tal vez haciendo tiempo hasta la hora de cenar. Un libro de historia, magia y ocultismo. Buscó la página por donde iba, repasó unos grabados, centró Su atención en ciertos detalles omitiendo cuidadosamente ver el resto. En algunos momentos sintió el malestar del buscador que no encuentra lo que busca aunque lo sabe próximo. En todas las páginas había una ausencia, un sutil escamoteo del dato más importante que daría sentido al resto. En apariencia la historia era completa, perfecta incluso con sus abiertas implicaciones laterales, pero...
...esta incesante retrospección hacia otros comienzos, más y más lejanos cada vez y cada vez más íntimos...
“Fácil de hacer, difícil de entender”.
...¿Difícil?... en realidad no estaba hecho pare ser entendido, sino para ser contemplado. Ponía lo que es —bajo otra mirada—.
Pasó la palma de la mano por la página como si estuviera ciego: y “quitó” el velo anecdótico que ocultaba el Mensaje : detrás había absolutamente nada : toda la Realidad estaba en la Contemplación.
Sintió el relámpago del descubrimiento: los mundos de la Posibilidad se abrieron antes Sus ojos, tan reales —o irreales— como aquél en que Se encontraba, dependientes sólo de un punto de Indeterminación : asir a cualquiera de ellos, o a varios a la vez, era la Vida.
Mundos perfectos, ricos, coherentes, flexibles...
...y elegibles. Volvió a mirar la habitación, la bandera, la rosa, los muebles, los colores, el aire... : todos los mundos estaban al]í; como aquella habitación —y Él mismo—, transmutados, estaban en todos los mundos.
...interpenetrados... ...auras...
Sintió Vértigo.
El mudo lenguaje de los objetos era su elocuente realidad. Jamás nadie, nunca, en ninguna circunstancia, estuvo solo. El mundo sigue al ser.
5e pasó la mano por el rostro : un rostro tan ficticio como el cometa de la caja de fósforos : una provisoria tranquilidad en espera de una comprensión más alta. Sintió el Gozo que está más allá de toda expresión, y Se reclinó sobre un brazo y el respaldo del sillón.
¿Era un sillón... o un Trono?
Otras imágenes —las que Él deseó— se elevaron en torno Suyo : las funcionalidades de cada objeto : Todo... protocolarmente a Su servicio; y sintió ternura por cada cosa. Y en la ternura Se hizo como ellos : Camarada, Amigo, Hermano, Amado.
Y Le fue muy fácil recordar que el Módulo “M” de la Polaridad biunifíca en los dos extremos : ...KAM ARI... ; y que por tanto Él era para ellos “Uno más”, “El suyo”, Aquél a Quien servir es un éxtasis...
Y recordó a la gente, sus rostros, sus problemas, sus riquezas, sus miserias, y les tuvo COM... PASIÓN : —Vivió sus vides, desde dentro—~ la Sonrisa en el límite exacto de los Dos Mundos.
MAAT había descendido de Su Santuario Inaccesible; Estaba allí, rozando con Sus dedos cada cosa, Mirándole. .. con Sus Ojos de Niña Estelar...
Él deseó morir en alas de aquel Placer ...irse en la Luz inmaculada... Pero MAAT Estaba allí —...morir era vivir...— Morir era la sencillez cotidiana, los firmes latidos de Su corazón fuerte. Irse era Estar.

...Auras de MAAT...



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KIR Fénix

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